Desde que me fui hace dos años de mi querida isla, descubrí (más que nunca) que
los amigos de verdad se cuentan con los dedos de la mano. Muy
pocas personas hacen el esfuerzo por seguir en contacto contigo cuando te marchas. Está claro que es difícil, aunque whatsapp, skype, facebook, etc. nos lo están poniendo cada día más fácil..
Por eso he aprendido a
apreciar a los pocos que han seguido con sus vidas, pero no me han echado de ellas. Que responden a mis mensajes y a los que pase el tiempo que pase siempre puedo acudir para compartir mis alegrías y tristezas.
Porque pueden pasar semanas, meses (e incluso, en los peores casos) años,
pero la relación se retoma como la última vez que nos vimos. Se resumen las vivencias, se cuentan anécdotas y se disfruta del tiempo juntas. Porque la amistad es así, puedes cambiar de casa, de trabajo, de centro de estudios o ciudad, pero
la verdadera amistad siempre permanece ahí, intocable.
Desde que volví para quedarme, he vivido más de una vez este tipo de citas.
Tardes de conversaciones interminables, de tomarnos algo para que no se seque la garganta y poder seguir charlando. De despedidas con una sonrisa, de "hasta luegos" sabiendo que la espera hasta la próxima vez será más corta, y sobre todo, de
satisfacción por haberme rodeado de gente que merece la pena.
Y es verdad que podría lamentarme por los que se han quedado por el camino y con los que he perdido el contacto, pero he decidido que
prefiero poner todas mis fuerzas y energías en disfrutar con las personas que han querido permanecer, pese a todo, junto a mi.
Travesura realizada, CaroPuppi
